Laburpena:
“La noticia de hoy es que he conocido un ser humano excepcional que más allá de su discapacidad me dejó una lección de solidaridad y amor, de compañerismo… Es una persona excepcional por eso le di la sorpresa en nombre de todos… de regalarle una silla de ruedas y así devolverle lo que ha perdido. Una vez más cumplimos con nuestra palabra: tender una mano y el corazón para acompañar ese nuevo andar”. Con esta frase terminaba su discurso el Director de una reconocida organización no gubernamental dedicada a la entrega gratuita de elementos ortopédicos a nivel nacional.
“Gracias a todas las instituciones por todo lo que hacen para brindar una integración a las personas con capacidades diferentes. Gracias a la generosidad y a este corazón inmenso que todas las instituciones prestan por estas personas. De no ser por esta actitud generosa el Estado no podría cumplir con lo que es su obligación”. Expresaba un funcionario estatal responsable del área de discapacidad de alguna provincia del país.
“Gracias a ti podemos seguir”. Es la frase utilizada como lema en la campaña 2008 de una de las más grandes fundaciones benéficas de América Latina, que anualmente recauda donaciones que son destinadas a la construcción y mantenimiento de Institutos de Rehabilitación Infantil.
Podríamos citar centenares de frases como las arriba transcriptas, que de alguna manera expresan el paradigma interpretativo que subyace en las políticas, programas y estrategias de intervención orientadas a aquellas personas definidas socialmente como discapacitadas.
Ahora bien, un fenómeno social complejo como el que se ha denominado con el término “discapacidad” ¿puede ser exclusivamente abordado desde la sensibilidad, la beneficencia, la rehabilitación médica y la actividad de voluntariado? Definitivamente, no. Pero entonces, ¿por qué estos rasgos aún caracterizan a gran parte de las intervenciones sociales del Estado, las iniciativas de Organizaciones no Gubernamentales y las políticas de gestión privada que se ocupan de su tratamiento? La consideración del paradigma hegemónico a partir del cual se interpreta y define la discapacidad en nuestro medio, podría aproximarnos a una primera respuesta.